¿Alguna vez te has encontrado con la mano
en la bolsa de patatas fritas, no por hambre, sino porque el estrés de una
jornada agotadora te está aplastando?, ¿o te has dado cuenta de que, después de
una discusión, terminas buscando refugio en un helado o una tableta de
chocolate? La ansiedad por comer es un fenómeno muy común. Muchos lo perciben
como una falta de disciplina. Sin embargo, es una compleja interacción entre
nuestras emociones y nuestra biología. Podemos decir que es un mecanismo de
afrontamiento que se activa sin que nos demos cuenta. Pero, ¿es posible
superarlo y recuperar el control? De eso te vamos a hablar aquí.
Para entender este fenómeno, debemos ver
más allá de la simple "fuerza de voluntad". La ansiedad por comer,
también conocida como "alimentación emocional", es una respuesta a
sentimientos intensos y, muchas veces, abrumadores. Se manifiesta como un
anhelo repentino e incontrolable por alimentos específicos, generalmente
aquellos altos en carbohidratos, azúcar o grasas. Estos alimentos ocasionan una
liberación de neurotransmisores como la dopamina, que proporcionan un breve
momento de placer y alivio. Por un instante, la incomodidad emocional se calma.
Sin embargo, este alivio es fugaz y a menudo se reemplaza por sentimientos de
culpa o vergüenza, lo que perpetúa el ciclo.
Sin embargo, para poder superarlo, lo
primero que hay que hacer es conocer sus causas. Sigue leyendo que aquí te las
vamos a explicar.
Desencadenantes
emocionales: ¿Qué hay detrás del antojo?
Para mucha gente, la comida es un
refugio, un consuelo en un mundo caótico. En este sentido, los antojos no nacen
del estómago, sino de la mente. El aburrimiento, por ejemplo, puede llevarnos a
buscar sensaciones nuevas, y la comida es una de las más accesibles. Un día
monótono puede hacernos desear la excitación de algo dulce y prohibido. ¿Acaso
no has sentido alguna vez que un paquete de galletas es la única
"aventura" que te queda después de pasar ocho horas frente a una
pantalla?
Otros detonantes podrían ser la tristeza
y la soledad. La comida reconfortante que se asocia con la infancia y momentos
felices, puede actuar como un sustituto del afecto. Una persona que se siente
sola podría recurrir a la comida como una forma de compañía. La ira y la
frustración son emociones que se manifiestan de manera diferente. En
consecuencia, la necesidad de masticar y tragar algo crujiente o denso puede
ser una forma subconsciente de liberar la tensión. Es casi como si estuviéramos
tratando de "devorar" la emoción que nos molesta. Sin embargo, muchos
especialistas consideran que el estrés es quizás el mayor detonante de todos.
Cuando el cuerpo percibe una amenaza, libera cortisol, una hormona que aumenta
el apetito, especialmente por los alimentos grasos y azucarados, para reponer
la energía rápidamente.
¿Te parece familiar este patrón?, ¿has
experimentado algo similar? Es crucial reconocer que estos antojos no son
caprichos. Son la manifestación física de una necesidad emocional inconsciente.
Es por esto que entender qué emoción está impulsando tu mano hacia el tarro de
galletas es el primer paso para detener la búsqueda de soluciones rápidas y
superficiales.
Rompiendo
el ciclo: estrategias para lograrlo
Después de leer lo anterior,
probablemente estás un poco aprensivo preguntándote si el problema tiene
solución. Pero no te preocupes, pues estamos aquí para decirte que romper el
ciclo de la ansiedad por comer no es una tarea fácil, pero es absolutamente
posible. El enfoque no es privarse de comida, sino reemplazar un mecanismo de
afrontamiento por otro más saludable y sostenible.
La clave es crear una pausa entre el
sentimiento y la acción de comer. En lugar de reaccionar impulsivamente, se
puede intentar una estrategia que incluya los siguientes pasos: identificar,
validar y actuar. Veamos cómo.
1- Identifica el sentimiento. Antes de
ceder al antojo, pregúntate: "¿Qué siento realmente ahora mismo?".
¿Es aburrimiento, estrés, tristeza? Aceptar que la emoción existe es primordial.
2- Dale valor a ese sentimiento. No te
juzgues por sentirte así. Es normal sentir estrés o tristeza. Date permiso para
sentirlo sin necesidad de resolverlo con comida.
3- Actúa de una manera que no se relacione
con comer. Si te sientes estresado, ¿por qué no das un paseo o escuchas música?
Si te sientes solo, ¿podrías llamar a un amigo? Estas acciones pueden no ser
tan inmediatas como comer, pero el alivio que te proporcionarán es más
duradero.
Otras estrategias que puedes aplicar
incluyen mantener un diario de emociones y alimentos para ver patrones. Anotar
qué comiste y qué sentías en ese momento puede revelar conexiones que no habías
notado. Planificar las comidas y tener snacks saludables a mano también puede
reducir la probabilidad de recurrir a la comida emocional. Preparar el entorno
para el éxito es tan importante como la mentalidad. Con disposición y
determinación es posible lograrlo.
Mindfulness:
una gran alternativa para sanar tu relación con la comida
¿Sabes lo que es el mindfulness? Se
define como estar atento, de manera intencional al momento presente. Ha demostrado
ser una herramienta poderosa en este caso. Contrario a la opinión de muchos, no
se trata de meditar durante horas, sino de estar presente y consciente en el
momento de comer. El objetivo es pasar de la alimentación impulsiva a la
alimentación consciente. Cuando comemos con ansiedad, a menudo ni siquiera
registramos el sabor o la textura. Es un acto mecánico. Al practicar el
mindfulness, aprendemos a prestar atención a la experiencia.
Antes de comer, intenta hacer una pausa
y observar la comida, ¿qué olores tiene?, ¿qué colores? Una vez que empiezas a
comer, concéntrate en la masticación y el sabor. Pregúntate: ¿Qué textura
tiene?, ¿cómo se siente en mi boca?, ¿sigo teniendo hambre o estoy comiendo
solo por inercia? Esto no solo te ayuda a apreciar la comida, sino que también
te sintoniza con las señales de saciedad de tu cuerpo, que a menudo ignoramos
cuando comemos con ansiedad.
El mindfulness nos enseña a ser amables
con nosotros mismos. Si cedes a un antojo, no te castigues. En su lugar,
observa el sentimiento de culpa sin apegarte a él. Reconoce que es un paso en
el proceso y que mañana es otra oportunidad para practicar.
Al final, sanar la relación con la
comida es un viaje de autodescubrimiento y autocompasión. No se trata de una
batalla que se gana o se pierde, sino de una práctica diaria para reconectar
con tus verdaderas necesidades. ¿No es hora de dejar de luchar contra ti mismo
y empezar a escucharte?
Si después de estos consejos no eres
capaz de solucionar el problema, no lo dudes y ponte en contacto con los psicólogos
de Mi Psicólogo Getxo. ¡Podemos ayudarte!