BULIMIA Y AUTOESTIMA, ¿HAY RELACIÓN?

¿Has escuchado hablar de la bulimia? Probablemente sí. Para quienes no lo saben, la bulimia nerviosa es un trastorno de la conducta alimentaria que afecta a millones de personas, en su mayoría mujeres jóvenes, y tiene un profundo impacto en la salud mental y física. En muchas ocasiones, se esconde detrás de una imagen de normalidad, pero sus consecuencias son devastadoras y silenciosas.

 

Quizás te estés preguntando, ¿cómo es posible que la comida, algo tan vital para nuestra supervivencia, se convierta en la herramienta de una lucha tan dolorosa? Sigue leyendo que aquí te lo vamos a explicar todo.


 

Hablemos de bulimia

 

Lo primero que debes saber es que es muy compleja. Se caracteriza por un patrón de alimentación desordenado y repetitivo. Sus episodios implican comer de forma compulsiva grandes cantidades de alimentos. Posterior a estos episodios, siempre hay algún tipo de conducta compensatoria. Estas conductas buscan evitar el aumento de peso, e incluyen el vómito autoinducido, el uso de laxantes, diuréticos y/o el ejercicio físico excesivo.

 

Es importante comprender que la bulimia no es simplemente un problema de alimentación. Va mucho más allá. Es una enfermedad mental grave cuyas raíces emocionales son muy profundas. A menudo se esconde de los demás y se vive en secreto. Quienes la padecen sienten vergüenza y culpabilidad. Tristemente, esto crea un ciclo destructivo que es difícil de romper.

 

Considera esto: la bulimia no es un problema de fuerza de voluntad. Es una enfermedad con profundas raíces biológicas, psicológicas y sociales. Requiere tratamiento profesional y un enfoque integral. Siendo así, vale la pena preguntarse, ¿es la bulimia una forma de autocastigo?

 

Atracones

 

Aunque no lo creas, son pocos los que saben que los episodios que caracterizan a la bulimia se conocen como atracones. En estos se consumen grandes cantidades de alimentos de manera descontrolada.

 

Pero, ¿qué desencadena un atracón? Generalmente, el atracón se siente como una pérdida total de control. La persona consume una cantidad de comida que otros no comerían en un período similar. La urgencia que se evidencia durante estos episodios es lo más resaltante. Ocurren en un estado disociativo, donde el individuo se desconecta de su entorno.

 

Los atracones suelen ser una experiencia dolorosa y angustiante, es decir, no hay ningún tipo de disfrute o satisfacción en ellos. El alimento se ingiere a gran velocidad y sin saborearlo. Este comportamiento se origina, en la mayoría de los casos, por un vacío emocional. ¿No es triste ver cómo el alimento se convierte en un mecanismo para llenar un vacío emocional?

 

¿Cómo saber si alguien tiene bulimia nerviosa?

 

Definitivamente, identificar si se padece bulimia resulta sumamente difícil. Quienes la padecen no suelen tener un peso por debajo del promedio, lo cual permite mantener la enfermedad oculta. Sin embargo, hay signos físicos que puedan proporcionarnos pistas, tales como la inflamación de las glándulas salivales, las lesiones en el dorso de los nudillos, dolor de garganta y los daños en el esmalte dental causados por el ácido gástrico.

 

A nivel psicológico, la persona con bulimia experimenta una preocupación obsesiva. La figura corporal es el centro de sus pensamientos. Experimenta variaciones de peso y fatiga. ¿Cómo se vive con el constante miedo a engordar? Es un auténtico suplicio.

 

Además, la bulimia nerviosa no viene sola, sino que, con frecuencia, puede estar acompañada de otros trastornos. La depresión, la ansiedad y los trastornos de personalidad son los más comunes. Es una enfermedad mental con ramificaciones físicas y psicológicas que impactan en la vida diaria.

 

Bulimia y autoestima: un círculo vicioso

 

La relación entre bulimia y autoestima es complicada. Los especialistas coinciden en que la mayoría de las personas que desarrollan bulimia lo hacen debido a una baja autoestima. El desprecio hacia su propio cuerpo y la insatisfacción con su figura son motivos comunes. La bulimia, a su vez, refuerza esta baja autoestima. Los atracones y los comportamientos compensatorios generan sentimientos de vergüenza y fracaso. ¿No crees que resulte paradójico que un intento de controlar el peso termine en una pérdida total de control sobre la propia vida?

 

La autoestima es el termómetro de la apariencia física. Las personas con bulimia vinculan su valor personal a su peso. Si su peso fluctúa, su autoestima se desmorona. Este es un ciclo destructivo difícil de romper. La persona se siente atrapada en su cuerpo y en sus inseguridades. En consecuencia, no resulta extraño que la bulimia y la depresión vayan de la mano.

 

Así mismo, existen factores de riesgo, especialmente en el mundo de hoy. El rechazo social y el perfeccionismo son los más resaltantes. La presión por encajar en los estándares de belleza idealizados alimenta la bulimia. La persona siente que no es lo suficientemente buena. Tomando en cuenta esto, no podemos evitar preguntarnos ¿cómo alguien puede sentirse lo suficientemente bueno si su valor se basa en algo tan superficial como la belleza física?




Consejos para superar la bulimia nerviosa

 

Probablemente te cuestionas acerca de, ¿qué se puede hacer para derrotar a la bulimia? Lo primero que debemos decirte es que para ello se requiere de un enfoque integral. Se necesita un equipo de profesionales, como nutricionistas, psicólogos y médicos. El apoyo de amigos y familiares es también fundamental. Es de vital importancia reconocer que se necesita ayuda. Este es un paso valiente y difícil. Es la primera señal de que la persona quiere romper el ciclo.

 

Así mismo, hay que prestar atención  a la relación con la comida. Se deben desmantelar los pensamientos obsesivos. Ahora bien, esto no es fácil, pero se puede lograr. El objetivo es dejar de ver la comida como un enemigo. Se busca encontrar un equilibrio emocional. ¿No es el momento de empezar a ver la comida como el combustible que ayuda a disfrutar la vida?

 

Otro elemento fundamental es la terapia psicológica. La terapia cognitivo-conductual es una de las más utilizadas, ya que ayuda a identificar y cambiar los pensamientos y comportamientos dañinos. Permite aprender a manejar el estrés y las emociones sin recurrir a la comida. Igualmente, ayuda a sanar las heridas emocionales que llevaron al trastorno alimentario. Se trabaja la autoestima y la imagen corporal. En resumen, la sanación emocional es el verdadero camino hacia la recuperación.

 

Además de esto, el apoyo social también es fundamental. Hablar con alguien de confianza es vital. Un grupo de apoyo puede ser una gran herramienta. La recuperación no se trata de dejar de comer o de controlar los atracones. Se trata de sanar la relación con uno mismo.

 

Como puedes ver, la recuperación es posible, pero requiere tiempo y esfuerzo. Es un proceso de auto-descubrimiento y crecimiento personal. La bulimia nerviosa es un desafío. Pero cada paso que se da hacia la recuperación es una victoria. La persona aprende a valorarse a sí misma por lo que es. Deja de basar su valía en su peso o en su figura. Se libera de la prisión del perfeccionismo. El camino es largo y hay recaídas, pero cada paso cuenta. Vale reflexionar: la vida es más valiosa que un número en una balanza.


¿CÓMO PUEDO SUPERAR LA ANSIEDAD POR COMER?

¿Alguna vez te has encontrado con la mano en la bolsa de patatas fritas, no por hambre, sino porque el estrés de una jornada agotadora te está aplastando?, ¿o te has dado cuenta de que, después de una discusión, terminas buscando refugio en un helado o una tableta de chocolate? La ansiedad por comer es un fenómeno muy común. Muchos lo perciben como una falta de disciplina. Sin embargo, es una compleja interacción entre nuestras emociones y nuestra biología. Podemos decir que es un mecanismo de afrontamiento que se activa sin que nos demos cuenta. Pero, ¿es posible superarlo y recuperar el control? De eso te vamos a hablar aquí.

 

Para entender este fenómeno, debemos ver más allá de la simple "fuerza de voluntad". La ansiedad por comer, también conocida como "alimentación emocional", es una respuesta a sentimientos intensos y, muchas veces, abrumadores. Se manifiesta como un anhelo repentino e incontrolable por alimentos específicos, generalmente aquellos altos en carbohidratos, azúcar o grasas. Estos alimentos ocasionan una liberación de neurotransmisores como la dopamina, que proporcionan un breve momento de placer y alivio. Por un instante, la incomodidad emocional se calma. Sin embargo, este alivio es fugaz y a menudo se reemplaza por sentimientos de culpa o vergüenza, lo que perpetúa el ciclo.

Sin embargo, para poder superarlo, lo primero que hay que hacer es conocer sus causas. Sigue leyendo que aquí te las vamos a explicar.




Desencadenantes emocionales: ¿Qué hay detrás del antojo?

 

Para mucha gente, la comida es un refugio, un consuelo en un mundo caótico. En este sentido, los antojos no nacen del estómago, sino de la mente. El aburrimiento, por ejemplo, puede llevarnos a buscar sensaciones nuevas, y la comida es una de las más accesibles. Un día monótono puede hacernos desear la excitación de algo dulce y prohibido. ¿Acaso no has sentido alguna vez que un paquete de galletas es la única "aventura" que te queda después de pasar ocho horas frente a una pantalla?

 

Otros detonantes podrían ser la tristeza y la soledad. La comida reconfortante que se asocia con la infancia y momentos felices, puede actuar como un sustituto del afecto. Una persona que se siente sola podría recurrir a la comida como una forma de compañía. La ira y la frustración son emociones que se manifiestan de manera diferente. En consecuencia, la necesidad de masticar y tragar algo crujiente o denso puede ser una forma subconsciente de liberar la tensión. Es casi como si estuviéramos tratando de "devorar" la emoción que nos molesta. Sin embargo, muchos especialistas consideran que el estrés es quizás el mayor detonante de todos. Cuando el cuerpo percibe una amenaza, libera cortisol, una hormona que aumenta el apetito, especialmente por los alimentos grasos y azucarados, para reponer la energía rápidamente.

 

¿Te parece familiar este patrón?, ¿has experimentado algo similar? Es crucial reconocer que estos antojos no son caprichos. Son la manifestación física de una necesidad emocional inconsciente. Es por esto que entender qué emoción está impulsando tu mano hacia el tarro de galletas es el primer paso para detener la búsqueda de soluciones rápidas y superficiales.

 

Rompiendo el ciclo: estrategias para lograrlo

 

Después de leer lo anterior, probablemente estás un poco aprensivo preguntándote si el problema tiene solución. Pero no te preocupes, pues estamos aquí para decirte que romper el ciclo de la ansiedad por comer no es una tarea fácil, pero es absolutamente posible. El enfoque no es privarse de comida, sino reemplazar un mecanismo de afrontamiento por otro más saludable y sostenible.

 

La clave es crear una pausa entre el sentimiento y la acción de comer. En lugar de reaccionar impulsivamente, se puede intentar una estrategia que incluya los siguientes pasos: identificar, validar y actuar. Veamos cómo.

 

1-     Identifica el sentimiento. Antes de ceder al antojo, pregúntate: "¿Qué siento realmente ahora mismo?". ¿Es aburrimiento, estrés, tristeza? Aceptar que la emoción existe es primordial.

2-     Dale valor a ese sentimiento. No te juzgues por sentirte así. Es normal sentir estrés o tristeza. Date permiso para sentirlo sin necesidad de resolverlo con comida.

3-     Actúa de una manera que no se relacione con comer. Si te sientes estresado, ¿por qué no das un paseo o escuchas música? Si te sientes solo, ¿podrías llamar a un amigo? Estas acciones pueden no ser tan inmediatas como comer, pero el alivio que te proporcionarán es más duradero.

 

Otras estrategias que puedes aplicar incluyen mantener un diario de emociones y alimentos para ver patrones. Anotar qué comiste y qué sentías en ese momento puede revelar conexiones que no habías notado. Planificar las comidas y tener snacks saludables a mano también puede reducir la probabilidad de recurrir a la comida emocional. Preparar el entorno para el éxito es tan importante como la mentalidad. Con disposición y determinación es posible lograrlo.




Mindfulness: una gran alternativa para sanar tu relación con la comida

 

¿Sabes lo que es el mindfulness? Se define como estar atento, de manera intencional al momento presente. Ha demostrado ser una herramienta poderosa en este caso. Contrario a la opinión de muchos, no se trata de meditar durante horas, sino de estar presente y consciente en el momento de comer. El objetivo es pasar de la alimentación impulsiva a la alimentación consciente. Cuando comemos con ansiedad, a menudo ni siquiera registramos el sabor o la textura. Es un acto mecánico. Al practicar el mindfulness, aprendemos a prestar atención a la experiencia.

 

Antes de comer, intenta hacer una pausa y observar la comida, ¿qué olores tiene?, ¿qué colores? Una vez que empiezas a comer, concéntrate en la masticación y el sabor. Pregúntate: ¿Qué textura tiene?, ¿cómo se siente en mi boca?, ¿sigo teniendo hambre o estoy comiendo solo por inercia? Esto no solo te ayuda a apreciar la comida, sino que también te sintoniza con las señales de saciedad de tu cuerpo, que a menudo ignoramos cuando comemos con ansiedad.

 

El mindfulness nos enseña a ser amables con nosotros mismos. Si cedes a un antojo, no te castigues. En su lugar, observa el sentimiento de culpa sin apegarte a él. Reconoce que es un paso en el proceso y que mañana es otra oportunidad para practicar.

 

Al final, sanar la relación con la comida es un viaje de autodescubrimiento y autocompasión. No se trata de una batalla que se gana o se pierde, sino de una práctica diaria para reconectar con tus verdaderas necesidades. ¿No es hora de dejar de luchar contra ti mismo y empezar a escucharte?

 

Si después de estos consejos no eres capaz de solucionar el problema, no lo dudes y ponte en contacto con los psicólogos de Mi Psicólogo Getxo. ¡Podemos ayudarte!

¿QUÉ DICE TU NOMBRE DE TI?

¿Te has parado a pensar alguna vez en el peso de tu propio nombre?  Lejos de lo que muchos piensan, el nombre no es solo una etiqueta que nos dan al nacer, un conjunto de letras sin más. Tu nombre es, en realidad, un eco de tu identidad, un sonido que te acompaña desde que naces y que, de alguna manera, moldea la percepción que tienes de ti mismo y la que los demás tienen de ti. Pregúntate a ti mismo, ¿podría ser la misma persona con un nombre distinto?, ¿sería mi historia igual? En este artículo te vamos a explicar la profunda importancia que un nombre en nuestras vidas.

 

Tu nombre: su peso psicológico

 

Desde que nacemos, nuestro nombre es la primera palabra que nos identifica. Podemos decir que constituye la primera pieza del rompecabezas de nuestra identidad. ¿Crees que es casualidad que las madres repitan con tanto amor el nombre de sus hijos? Es a través de este sonido que se construye la conexión inicial, que se establece ese vínculo tan especial. Con el tiempo, cada vez que escuchamos nuestro nombre, se activan en nuestro cerebro recuerdos, emociones y experiencias que, indudablemente, están ligadas a él.

 

El nombre se convierte en un ancla psicológica, una referencia constante. Es así. Piensa en lo siguiente: si tu nombre te recuerda a una persona que admiras, podrías tender a adoptar algunas de sus cualidades. Contrario a esto, un nombre que genera burlas o que se asocia con algo negativo puede crear una carga emocional que perdura en el tiempo. Vale tener en cuenta que el nombre no solo te nombra, te marca.

 

¿Te has preguntado por qué algunos padres se esmeran tanto en elegir un nombre original? Buscan singularidad, una forma de destacar a su hijo. Otros prefieren nombres clásicos, buscando un sentido de tradición o solidez. Cada elección refleja una intención, una esperanza, y esa intención, de forma sutil e irremediablemente, se transfiere a la persona que lo lleva.




¿Se relaciona con tu personalidad?

 

Aquí es donde el tema del que estamos hablando se vuelve más complejo. ¿Es la personalidad la que influye en la elección del nombre o el nombre la que influye en la personalidad? A pesar de que parece una pregunta muy intrincada, la respuesta es que la relación es bidireccional, algo así como una danza sutil entre ambas. Por ejemplo, algunos estudios sugieren que las personas con nombres poco comunes tienden a ser más creativas, ¿es porque la originalidad de su nombre los impulsa a serlo o porque los padres creativos eligen nombres originales?

 

Ahora bien, la relación también puede ser inconsciente. Si tu nombre suena suave, quizás te perciban como una persona tranquila. Si suena fuerte, podrían asociarte con alguien enérgico. En muchas ocasiones, esta percepción no siempre se ajusta a la realidad, pero las expectativas que genera el nombre pueden llegar a influir en cómo te conduces socialmente.

No obstante, la personalidad es producto de la combinación de experiencias, educación y genes. El nombre es solo uno de los elementos participantes. No determina quién eres, pero sí puede dejar una huella en cómo te ves a ti mismo y en cómo los demás te ven.

 

Influencia del nombre en el ámbito laboral

 

Está demostrado que en el mundo profesional, el nombre puede tener una influencia sorprendente. En este punto te preguntarás lo siguiente: ¿Podría un nombre hacerte más o menos exitoso? La respuesta no es absoluta, pues son varios los aspectos que se pueden tener en cuenta. Pese a esto, hay cierta evidencia que demuestra que el nombre sí influye. En algunas culturas, los nombres fáciles de pronunciar y de recordar son percibidos de forma más positiva, lo que puede influir en la contratación o en el ascenso.

 

Algunas empresas utilizan algoritmos para filtrar currículums, y si bien no es una práctica ética, se ha documentado que nombres que suenan de una forma u otra pueden ser filtrados. Esto no significa que un nombre raro sea un impedimento, pero es una realidad que se debe tener en cuenta.

 

Por otro lado, tener un nombre singular y distintivo puede ser una ventaja. Un nombre que se destaca puede ayudarte a ser recordado en un mar de candidatos. En el mundo de los negocios o el arte, un nombre memorable puede ser una marca personal. ¿Acaso no es cierto que los nombres de los artistas a veces son tan distintivos como su obra?




Nombres compuestos: una tendencia en ascenso

 

Desde hace unos cuantos años, la elección de nombres compuestos ha experimentado un resurgimiento. Esta tendencia no es casualidad, sino que más bien responde a la búsqueda de singularidad y de conexión con la tradición. Algunos pueden preguntarse, ¿es un nombre compuesto una doble oportunidad de identidad? Muchas veces, los padres eligen un primer nombre por su sonoridad o su popularidad y un segundo nombre para honrar a un familiar o a una figura histórica.

 

Un nombre compuesto puede ofrecer un equilibrio interesante. Combina lo familiar con lo original, lo moderno con lo clásico. Por ejemplo, alguien llamada María José aporta la solidez de un nombre universal como María y la elegancia de José. Del mismo modo, un nombre como Juan David fusiona la tradición con la fuerza. Este tipo de nombres permiten una doble posibilidad, brindando a la persona la opción de ser conocida por uno de ellos o por ambos.

 

Pero no todo es positivo, pues los nombres compuestos también pueden presentar desafíos. La forma en que se pronuncian o se escriben puede variar, lo que en ocasiones genera confusión. Sin embargo, un nombre compuesto es una declaración de intenciones, una forma de unir dos historias en una sola.

 

En conclusión, tu nombre es mucho más que una simple etiqueta. Es un reflejo de tu identidad, un eco que resuena en tu mente y en la de los demás. No define quién eres, pero sí puede ser un punto de partida para la construcción de tu personalidad. ¿Dejarías de ser tú si tuvieras otro nombre? La respuesta es probablemente no, pero la historia de quién eres, y cómo te perciben, sería sin duda diferente. La próxima vez que escuches tu nombre, tómate un momento para reflexionar sobre su significado. No es solo un sonido, es una parte intrínseca de ti.

FOMO. LA ANSIEDAD SE ACTUALIZA

¿Eres más feliz ahora en la era digital que antes? Una pregunta difícil de responder. Podemos decir que la vida en la actualidad es una paradoja, pues gracias a la tecnología podemos conectarnos con personas que están muy lejos, accedemos a una gran cantidad de información y podemos compartir cada momento que vivimos.  Sin embargo, al mismo tiempo, nos sumerge en una marea de ansiedad, una nueva forma de inquietud que parece crecer con cada "me gusta", cada "compartir" y cada historia efímera. Te estamos hablando del FOMO, ese miedo a perderse algo, la ansiedad que se actualiza con cada 'scroll' infinito.

 

El FOMO es mucho más que una simple curiosidad; es una angustia persistente. ¿Cuántas veces has sentido la necesidad de revisar tu teléfono, aunque no esperes nada en concreto? ¿Esa sensación de que algo emocionante podría estar pasando en este mismo instante, y tú no eres parte de ello? Este sentimiento se ha convertido en una sombra que nos persigue, un eco constante en nuestra mente. Veámoslo más a fondo. 


 

Conociendo al FOMO

 

El término FOMO, que se traduce del inglés como Fear Of Missing Out, es un fenómeno psicológico caracterizado por la aprensión de no estar al tanto de los eventos o experiencias sociales que otros podrían estar viviendo. Te sorprenderá saber que siempre ha existido, pero la velocidad de la comunicación en línea lo ha amplificado a niveles nunca antes vistos. Antes, la información viajaba lentamente; hoy, cualquier evento se vuelve viral en segundos.

 

Ahora bien, esta aprensión no es exclusiva de la vida social, sino que puede extenderse mucho más allá, como a oportunidades laborales, inversiones, o incluso te puede invadir la sensación de no estar al tanto de las últimas tendencias. Se trata de una ansiedad generada al creer que otras personas están teniendo experiencias más gratificantes que uno mismo. Y esta creencia, que a menudo es una ilusión, se alimenta de la constante exposición de vidas ajenas.

 

Como todos los fenómenos relacionados con la era digital, el FOMO no distingue de edad, profesión o género. Es universal. Pero, te has preguntado, ¿por qué somos tan susceptibles a este miedo? La respuesta podría estar en cómo nuestro cerebro procesa las recompensas. Cuando vemos que otros disfrutan de algo, nuestro cerebro lo interpreta como una pérdida potencial, lo cual nos impulsa a buscar esa misma recompensa.

 

Las redes sociales: origen del FOMO

 

Como escribimos antes, este temor ya existía. Sin embargo, las redes sociales lo han posicionado en un primer plano. Son el escenario perfecto para que el FOMO florezca. ¿Cómo no sentir que te pierdes algo cuando cada 'post' es un escaparate de la vida perfecta de alguien más? Las redes sociales no solo nos informan de los eventos, sino que los presentan de una manera inigualable.

 

En este sentido, las plataformas de redes sociales están diseñadas para mantenernos conectados, pero también para compararnos constantemente. Vemos fotos de vacaciones espectaculares, fiestas con amigos, logros profesionales, y tendemos a olvidar la realidad. ¿Qué sucede con las horas de trabajo, los momentos de aburrimiento o las pequeñas frustraciones? Esas imágenes no se publican, y la realidad es que la mayoría de las vidas no son tan perfectas como muchos quieren aparentar.

 

La comparación social en línea indudablemente fomenta el FOMO. Nos expone a una versión filtrada y editada de la vida de los demás. Esta versión idealizada se convierte en el estándar contra el que medimos nuestras propias vidas. La necesidad de encajar y de pertenecer es una de las necesidades más profundas del ser humano, y las redes sociales lo saben y la explotan al máximo.

 

¿Tengo FOMO o soy propenso a padecerlo?

 

Si no conocías el FOMO, probablemente te estarás haciendo esa pregunta. Con respecto a esto podemos decirte que darle respuesta no se trata de un diagnóstico, sino de una forma de autoconocimiento. ¿Te has visto revisando constantemente tu teléfono, incluso si no recibes notificaciones?, ¿has aceptado invitaciones a eventos a los que en realidad no querías ir, solo para no sentir que te los perdías? Estas son algunas de las preguntas que te pueden servir de guía.

 

Inicialmente, el FOMO puede manifestarse en el miedo a decir "no". Decir que no a un plan social, a una oportunidad de carrera, o incluso a una nueva tendencia, puede generarte una profunda sensación de ansiedad. Y esta sensación a menudo se ve magnificada por la idea de que ese "no" te está alejando de algo importante. ¿Será que la vida de los demás, vista a través de una pantalla, nos parece más interesante que la nuestra?

 

Otra señal es el constante deseo de estar al tanto de todo. ¿Tienes múltiples aplicaciones abiertas, revisando las noticias, las redes sociales y los mensajes al mismo tiempo? Esta necesidad de estar hiperconectado puede ser una manifestación del FOMO. En conclusión, es una lucha constante por mantenerse a la par, por no perder el ritmo, en un mundo que se mueve a una velocidad vertiginosa.



Tips para superarlo

 

La idea no es sólo conocer más sobre el FOMO, sino también saber cómo hacerle frente. Es importante que tengas en cuenta que no es una enfermedad, sino una manifestación de nuestra relación con el entorno digital. Superarlo no implica que te desconectes por completo, sino que aprendas a redefinir esa relación de una manera más saludable. Se trata de que recuperes el control y te centres en lo realmente importante. Puedes empezar por ser consciente de tus propios hábitos.

 

Observa cómo usas tu teléfono y responde las siguientes preguntas: ¿Revisas las redes sociales sin un propósito claro?, ¿dedicas más tiempo a mirar la vida de los demás que a vivir la tuya propia? Que identifiques estos patrones es el primer paso. Como ya te lo mencionamos, el objetivo no es la desconexión total, sino una conexión consciente. Se trata de que sepas elegir cuándo y cómo conectarte, en lugar de hacerlo por inercia o por miedo.

 

Otro enfoque es la gratitud. En lugar de compararte con los demás, céntrate en lo que tienes. ¿Qué te hace feliz?, ¿qué experiencias has tenido que son significativas para ti? Este cambio de perspectiva puede reducir la presión de estar "al día" y te permite valorar lo que ya tienes. Te ayudará a entender que la vida no es una carrera de experiencias, sino una colección de momentos.

 

En resumidas cuentas, el FOMO es el síntoma de una sociedad que valora la cantidad de experiencias por encima de su calidad. Aprender a disfrutar de la quietud, de los momentos de soledad, y de las experiencias "pequeñas" puede ser una forma de contrarrestar el FOMO. Debemos estar claros que la felicidad propia no está en lo que otros hacen, sino en lo que uno mismo elige vivir.

 

A pesar de que el miedo a perderse algo siempre ha existido, ahora la tecnología nos ofrece un portal ilimitado a las vidas de los demás. La clave no es cerrar el portal, sino aprender a usarlo de una manera que beneficie nuestra salud mental. El FOMO es una batalla constante, pero la conciencia y la elección pueden ayudarnos a ganarla.