DEPRESIÓN Y ANSIEDAD, ¿DOS CARAS DE LA MISMA MONEDA?

¿Crees que la salud mental es importante? Pues, muchos especialistas concuerdan que, en la actualidad, este es un tema al que debemos prestar mucha atención. Frecuentemente, escuchamos hablar de la depresión y la ansiedad como si fueran elementos separados, pero, ¿qué tan cierto es esto? Cabe preguntarnos, ¿Son realmente dos condiciones independientes o están más interconectadas de lo que podemos pensar? Para responder a esta pregunta, debemos embarcarnos en un viaje interesante. ¡Acompáñanos!

 

Vivimos en un mundo que exige inmediatez y más aún, perfección, por lo que resulta fácil sentirse abrumado. Estarás de acuerdo con que la presión constante, el miedo al fracaso y la incertidumbre del futuro pueden ser la chispa que encienda un incendio en nuestra mente. Pero, ¿estamos preparados para reconocer las señales de alarma? Es común, confundir la tristeza con la depresión y el nerviosismo con la ansiedad. Esta falta de conocimiento puede ser un obstáculo para buscar ayuda.

 

La mente humana es muy compleja y dentro de ella, la depresión y la ansiedad se entrelazan en una gran red de emociones y pensamientos. Ambas pueden afectar la vida de una persona de manera inimaginable. Aunque parezca increíble, las dos tienen una raíz común: la angustia emocional. La forma en que se manifiestan puede ser distinta, pero el dolor subyacente es el mismo.

 

¿Por qué es tan importante entender la relación entre estas dos condiciones? Porque al hacerlo, podemos abordar el problema de manera más efectiva. Si tratamos una sin considerar la otra, es probable que el tratamiento sea incompleto y los síntomas continúen. Es como intentar apagar un incendio sin encontrar la fuente del fuego.

 

Al igual que las estaciones del año, la vida tiene sus altibajos. Hay días soleados y días nublados. Pero, te has preguntado, ¿qué pasa cuando la nube no se va o cuando el sol deja de brillar, incluso en pleno verano? Este es un sentimiento que muchas personas con depresión conocen bien. No es solo estar triste, es mucho más.




Hablando de depresión

 

La depresión es un trastorno del estado del ánimo en el que se siente una tristeza constante y se pierde el interés por las actividades cotidianas. Es un sentimiento de vacío que no se va, sin importar lo que hagamos. Imagina que vives en un mundo en blanco y negro, donde los colores han desaparecido. Así se siente la depresión.

 

Seguro que te estás preguntado ¿Cómo se manifiesta? Pues bien, sus síntomas son variados. Emocionalmente, se experimenta un estado de ánimo deprimido la mayor parte del día y no hay placer en las actividades que antes se disfrutaban. En consecuencia, dejamos de hacerlas.

 

Orgánicamente, la depresión ocasiona cambios en el apetito (aumento o disminución) y en el peso. Así mismo, hay problemas para conciliar el sueño y por consiguiente, pérdida de energía, tal como si cada movimiento requiriera un esfuerzo sobrehumano. Además de esto, la dificultad para concentrarse es abrumadora.

 

Por otra parte, la depresión también puede llevar a sentimientos de inutilidad o culpa excesiva, así como a pensamientos recurrentes de muerte o suicidio.

 

Sin embargo, no debes pensar que la depresión es una debilidad de carácter. Al contrario,  es una enfermedad real, con bases biológicas y psicológicas, que requiere atención profesional. ¿Podríamos pedirle a alguien con una pierna rota que corra una maratón? La respuesta es obvia. Igual ocurre con la depresión.

 

Ansiedad: miedo a lo que pueda pasar

 

Si la depresión mira hacia el pasado, la ansiedad se centra en el futuro. Es un estado de preocupación y miedo constante, frecuentemente desproporcionado a la situación real. Es la sensación de que algo malo va a pasar, incluso cuando no hay ninguna evidencia que lo justifique. Es como estar siempre al borde de un precipicio, listo para caer. ¿Lo has sentido antes?

 

Ahora bien, ¿de qué hablamos cuando hablamos de ansiedad? Esta puede manifestarse mental y físicamente. A nivel cognitivo, se experimentan preocupaciones excesivas e incontrolables. Quien la padece puede anticipar catástrofes y sentirse incapaz de relajarse. La mente no descansa, está siempre en un estado de alerta.

 

Físicamente, la ansiedad presenta varios síntomas. La inquietud, la tensión muscular y el cansancio fácil son frecuentes. También se pueden sentir palpitaciones, sudoración excesiva, temblores o sensación de falta de aire. En casos severos, puede haber ataques de pánico, que implican una sensación de muerte inminente o de pérdida de control. Terrible, ¿no?

 

La ansiedad es un mecanismo de defensa natural. Nos prepara para enfrentar peligros. Pero, ¿qué sucede cuando este mecanismo se activa sin razón aparente? Se convierte en un obstáculo que nos impide vivir plenamente. Nos paraliza y nos hace prisioneros de nuestra propia mente.

 

¿Siempre juntas?

 

A estas altura seguro te estás preguntando esto. Pues, con frecuencia la depresión y la ansiedad se presentan juntas. ¿Por qué ocurre esto? Existe una comorbilidad muy alta entre ambas. Especialistas sugieren que hasta el 60% de las personas con depresión también experimentan un trastorno de ansiedad. ¿Qué es lo que las une?

 

La angustia emocional es un puente entre ambas. La preocupación constante de la ansiedad puede llevar a la desesperanza y la fatiga emocional, abriendo la puerta a la depresión. Al mismo tiempo, la inactividad y el aislamiento social de la depresión pueden generar ansiedad social y miedo a enfrentar el mundo exterior. Es como un círculo vicioso.

 

Es importante destacar que, aunque puedan coexistir, la manifestación clínica puede variar. Todo va a depender de cada persona y del origen de su trastorno. Esto es importante para establecer un tratamiento adecuado y superarlas.



 

¿Se pueden superar?

 

Definitivamente, sí. La depresión y la ansiedad son condiciones tratables. Te alegrará saber que, a pesar de la oscuridad, hay un camino hacia la luz. El primer paso, y el más difícil, es reconocer que se necesita ayuda.

 

La terapia psicológica es fundamental. La opción más acertada es la terapia cognitivo-conductual (TCC), pues ayuda a identificar y cambiar los patrones de pensamiento negativos que alimentan tanto la depresión como la ansiedad. Hay otras terapias, pero tienen un menor porcentaje de éxito.

 

En muchos casos, el tratamiento farmacológico también es necesario. Medicamentos como los antidepresivos y los ansiolíticos pueden ayudar a reequilibrar la química cerebral y aliviar los síntomas, permitiendo que la persona se sienta lo suficientemente estable como para trabajar en la terapia. La combinación de la terapia con el uso de medicinas resulta muy efectiva.

 

Pero más allá del tratamiento, es importante que reconozcas que superar estos trastornos es un compromiso con uno mismo. Otros aspectos son relevantes, como por ejemplo el ejercicio físico, una alimentación balanceada, un buen patrón de sueño y la conexión con otras personas. El camino puede ser largo y con altibajos, pero cada pequeño paso cuenta.

 

¿Es fácil? No. ¿Es posible? Totalmente. La depresión y la ansiedad no son un veredicto de por vida. Con el apoyo adecuado, la comprensión y la voluntad de trabajar en ello, se puede recuperar el control de la vida y redescubrir la alegría. Es un viaje, no un destino. Recuerda: la historia de cada persona es única, y su camino hacia la recuperación también lo será.

 

Si necesitas ayuda, no lo dudes y ponte en contacto con nosotros lo antes posible. ¡Nosotros podemos ayudarte!