Hoy intentaremos dar respuesta a esta pregunta y es
qué, ¿la sola presencia de otros afecta a un individuo cuando corre, come,
escribe o se presenta a un examen?
Hace más de un siglo Norman Triplett, un psicólogo
interesado en las carreras de ciclismo, se dio cuenta de que los tiempos de los
competidores eran mejores si pedaleaban juntos que cuando lo hacían solos
contra el reloj.
En algunas pruebas subsiguientes se descubrió que la
presencia de otras personas, mejora la velocidad con que los individuos
resuelven multiplicaciones. También mejora la exactitud con que se realizan
tareas motrices simples. Este efecto de facilitación social también se da entre
los animales. Frente a la presencia de otros individuos de su misma especie,
las hormigas excavan más arena, los pollos comen más granos y las parejas de
ratas en celo se aparean más veces.
Pero, en otros estudios se revela que, en algunas
tareas, la presencia de los demás estorba el desempeño. La compañía de otros
hace que por ejemplo cucarachas y periquitos aprendan a recorrer laberintos más
lentamente. Este efecto disruptivo también ocurre entre las personas.
¿Estos dos resultados contradictorios podrían ser conciliados?
Sí. Al aumentar la estimulación, mejora el desempeño en tareas fáciles para las
que la respuesta más probable es la correcta. Las personas resuelven las tareas
fáciles más rápidamente cuando están ansiosos. Sin embargo, en los trabajos
complicados, para los que la respuesta apropiada no es la dominante, la
estimulación provoca una reacción incorrecta.
Los deportistas ejecutan habilidades muy practicadas
lo que explica por qué se desenvuelven mejor cuando los llena de energía el
apoyo de las multitudes. En estudios realizados en más de 80.000
acontecimientos atléticos se revela que los equipos locales ganan,
aproximadamente, seis de cada diez juegos. Sin embargo, la ventaja de ser local
también se da porque los jugadores conocen su entorno, no sufren la fatiga del
viaje ni los sentimientos de dominio que se desprenden del control territorial,
así como por la identidad del equipo con los aficionados que los alientan.
Además, formar parte de una multitud también
intensifica las reacciones positivas o negativas. Cuando se sientan juntas, las
personas amistosas son más agradables y las poco sociables son aún más
desagradables.
Hoy intentaremos dar respuesta a esta pregunta y es
qué, ¿la sola presencia de otros afecta a un individuo cuando corre, come,
escribe o se presenta a un examen?
Hace más de un siglo Norman Triplett, un psicólogo
interesado en las carreras de ciclismo, se dio cuenta de que los tiempos de los
competidores eran mejores si pedaleaban juntos que cuando lo hacían solos
contra el reloj.
En algunas pruebas subsiguientes se descubrió que la
presencia de otras personas, mejora la velocidad con que los individuos
resuelven multiplicaciones. También mejora la exactitud con que se realizan
tareas motrices simples. Este efecto de facilitación social también se da entre
los animales. Frente a la presencia de otros individuos de su misma especie,
las hormigas excavan más arena, los pollos comen más granos y las parejas de
ratas en celo se aparean más veces.
Pero, en otros estudios se revela que, en algunas
tareas, la presencia de los demás estorba el desempeño. La compañía de otros
hace que por ejemplo cucarachas y periquitos aprendan a recorrer laberintos más
lentamente. Este efecto disruptivo también ocurre entre las personas.
¿Estos dos resultados contradictorios podrían ser conciliados?
Sí. Al aumentar la estimulación, mejora el desempeño en tareas fáciles para las
que la respuesta más probable es la correcta. Las personas resuelven las tareas
fáciles más rápidamente cuando están ansiosos. Sin embargo, en los trabajos
complicados, para los que la respuesta apropiada no es la dominante, la
estimulación provoca una reacción incorrecta.
Los deportistas ejecutan habilidades muy practicadas
lo que explica por qué se desenvuelven mejor cuando los llena de energía el
apoyo de las multitudes. En estudios realizados en más de 80.000
acontecimientos atléticos se revela que los equipos locales ganan,
aproximadamente, seis de cada diez juegos. Sin embargo, la ventaja de ser local
también se da porque los jugadores conocen su entorno, no sufren la fatiga del
viaje ni los sentimientos de dominio que se desprenden del control territorial,
así como por la identidad del equipo con los aficionados que los alientan.
Además, formar parte de una multitud también
intensifica las reacciones positivas o negativas. Cuando se sientan juntas, las
personas amistosas son más agradables y las poco sociables son aún más
desagradables.