Una baja autoestima predice un alto riesgo de
depresión, de abuso de drogas y de algunas formas de delincuencia. Una alta
valoración personal promueve la iniciativa, la resistencia y sentimientos
agradables.
Al ver amenazada su autovaloración favorable, las
personas a menudo reaccionan denigrando a los demás, en ocasiones con
violencia. Un joven que desarrolla un enorme ego, el cual se ve amenazado o
disminuido por el rechazo social, es potencialmente peligroso. Y es que un
orgullo herido motiva la venganza.
¿Los egos envanecidos de la gente que en ocasiones
hace cosas malas encubre la inseguridad interna y una baja autoestima? ¿Las
personas asertivas y narcisistas en realidad tienen un ego débil oculto detrás
de un yo envanecido? Muchos investigadores han tratado de encontrar una baja
autoestima debajo de un caparazón así, sin embargo, estudios sobre bravucones,
miembros de bandas, dictadores, genocidas y narcisistas insoportables no han
revelado señal alguna al respecto. De hecho, Hitler tenía una autoestima muy
elevada. La idea de una baja autoestima no detectable como una de las causas
del comportamiento indeseable no es creíble.
El lado oscuro de la autoestima elevada coexiste con
los hallazgos de que las personas que expresan una valoración personal
disminuida son, hasta cierto punto, más vulnerables a diversos problemas
clínicos, incluyendo la ansiedad, la soledad y los trastornos de alimentación.
Al sentirse mal o amenazadas, tienen mayores posibilidades de ver a todo a
través de lentes oscuras, es decir, de notar y recordar los peores
comportamientos de los demás y a pensar que su pareja no los ama.
La gente con una autoestima adecuada, no buscan ser el
centro de atención ni se enoja por las críticas, y frecuentemente defienden a
las víctimas de bravuconerías. Cuando nos sentimos bien y seguros de nosotros
mismos, somos menos defensivos, menos susceptibles y críticos y con menor
tendencia a adular a quienes nos agradan y a recriminar a quienes nos
desagradan.
Las personas cuya valía personal era más frágil (más
vulnerables a fuentes externas) experimentan más estrés, enojo, problemas en
sus relaciones, consumo de drogas y alcohol, y trastornos en la alimentación,
que los individuos cuya valía se basaba más en fuentes internas, como las
virtudes personales. De forma irónica, quienes desean mejorar su autoestima,
tal vez buscando volverse más atractivos, ricos o populares, pueden perder la
visión de lo que realmente implica la calidad de vida. Además, si nuestra meta
es sentirnos bien con nosotros mismos, podemos volvernos menos abiertos a la
crítica, propender a culpar a los demás más que a buscar empatía con ellos y a
estar más presionados a tener éxito, en lugar de simplemente disfrutar lo que
se hace. Con el tiempo esa búsqueda de autoestima puede obstaculizar la
satisfacción de nuestras necesidades profundas de competencia, relación y
autonomía. Concentrarse menos en la propia imagen y más en el desarrollo del
talento y las relaciones eventualmente produce mayor bienestar.
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