Sin embargo, la causa también ocurre a la inversa. Quienes se autovaloran de una manera general (aquellos con una alta autoestima) tienden a más a apreciar su apariencia, habilidades, etc. Son como nuevos padres que, como aman a su bebé, se deleitan con los dedos de sus manos y los pies y con su cabello (no evalúan primero los dedos y después deciden qué valor darle al niño entero).
Por otra parte, al enfrentar el fracaso, los
individuos con alta autoestima mantienen su valía personal al percibir a otras
personas en la misma situación, y al exagerar su superioridad sobre los demás.
Cuanta más activación fisiológica tengan las personas después de un fracaso,
mayores son las probabilidades de que justifiquen esta situación con
atribuciones autoprotectoras.
¿Tiene usted un hermano del mismo género y que sea
casi de su edad? Si es así, es probable que se tendiera a compararlos mientras
crecían. La percepción de la gente de que alguno de los dos es más capaz que el
otro motivará al que tiene menos capacidades a actuar de manera que pueda
mantener su autoestima. Las personas que tienen un hermano con habilidades
notablemente diferentes generalmente recuerdan no llevarse bien con él; los que
tienen un hermano con habilidades similares propenden a recordar menores
fricciones.
El éxito de los amigos también puede ser amenazante
para la autoestima, más que el de extraños. Lo mismo puede ocurrir entre
parejas casadas. Incluso, cuando los intereses compartidos son saludables, las
metas profesionales idénticas pueden producir tensión o celos. De manera
similar, los individuos se sienten más celosos de un rival romántico cuyos
logros se encuentran en el terreno de sus propias aspiraciones.
¿Qué fundamenta a la motivación para mantener o
incrementar la autoestima? Las relaciones permiten la supervivencia y la
prosperidad. Así, el mediador de la autoestima nos alerta ante la amenaza del
rechazo social y nos motiva a actuar con mayor sensibilidad ante las
expectativas de los demás. Algunos estudios confirman que el rechazo social
disminuye la alta valoración personal y fortalece nuestra necesidad de
aprobación. Sin embargo, siempre se puede subsanar una autoestima rota.