En una sociedad consumista, donde los medios de
comunicación nos bombardean con productos singulares cuyas modas pasan sin que
nos demos cuenta para dar lugar a nuevas tendencias más costosas y llamativas,
no podíamos olvidar a los compradores compulsivos.
Consumidores ávidos de productos que invierten grandes
sumas de dinero con tal de adquirir no solo ciertos productos de su
predilección, sino muchos otros de manera repetida llegando al extremo de poder
convertirse en acumuladores.
Colocan en riesgo sus trabajos, familias y relaciones
sentimentales. Los objetos son los únicos que en cierta medida sacian su afán
por sentir placer.

El comprador compulsivo suele dar grandes y bondadosas
demostraciones de amor a su familia y personas a su alrededor a través de la
compra de objetos, como una manera de hacerles saber que para él o ella son importantes.
Las compras compulsivas son una adicción, como podría
serlo el tabaco o el alcohol. Y al igual que estas, el placer desaparece
rápidamente, obligando a la persona a volver a comprar para sentir nuevamente
ese estado de excitación inicial, de lo contrario la depresión, culpa,
remordimiento y ansiedad se hacen presentes.
Las ofertas son una tentación, pueden verse como el
santo grial de este tipo de pacientes, no sólo las buscan, sino que pareciera
que estas las buscan a ellos. Siempre saben cuándo y dónde habrá posibilidades
de adquirir más cosas por menor precio.
El perfil de los compradores
compulsivos suele ser el de mujeres a partir de los 18 años de edad (momento en
el que empieza a tenerse cierto poder monetario). También hombres, pero suelen
ser menos los casos conocidos y las consecuencias se manifiestan alrededor de
los 30 años cuando las deudas acumuladas y los conflictos personales se vuelven
insoportables. Por lo general son personas de clase media o alta con ingresos
económicos que les permiten gastar sin preocuparse inmediatamente por el
dinero.

Esta psicopatía se desarrolla cuando las personas
anhelan evadir la realidad o encajar en determinados grupos donde se repiten
las conductas de adquisición desmedida de productos (en ocasiones
innecesarios), también por conductas aprendidas y repetidas por
observación.
La existencia de rasgos psicológicos previos como
impulsividad, ansiedad, ser caprichoso y autoestima baja, son factores que
pueden contribuir a la conducta.
El cine presentó el tema de las compras compulsivas en
la película “la chica de la bufanda verde” o en inglés Confessions of a
Shopaholic, donde la protagonista, una periodista joven, se endeuda por
completo debido a su adicción desmedida por la ropa y accesorios en ofertas. Al
perder su empleo en una revista de jardinería, es aceptada para escribir una
columna sobre ahorro doméstico, dando consejos a mujeres jóvenes como ella y
amas de casa, sobre la mejor forma de invertir el dinero, situación
completamente distante de su propia realidad. Como es de suponer, las deudas la
alcanzan y solo al afrontar sus problemas consigue encaminar su carrera y su
vida.
En los casos reales de los
compradores compulsivos, la persona por sí misma es incapaz de controlar y
comprender fácilmente su manía, se requiere de la comprensión y apoyo de
quienes lo rodean, así como de terapia de tipo psicológica para superar su
ansiedad.