SÍNDROME DE ESTOCOLMO

El 23 de agosto de 1973, en Estocolmo Suecia, un hombre de nombre Jan-Erik Olsson, con 32 años de carrera criminal y su cómplice, mantuvieron durante seis días a cuatro personas (tres mujeres y un hombre) secuestrados en el banco Kredibanken, los ataron a varios cartuchos de dinamita por más de 130 horas. Después de ser controlado el secuestro se evidenció que las víctimas habían formado lazos afectivos hacia sus captores, refiriéndose a ellos de manera positiva.




El caso puso en jaque a la prensa y conmocionó al gobierno, al punto de que el primer Ministro Sueco Olof Palme, intervino en las labores de negociación a fin de conseguir la liberación de estas personas.
En entrevista a una de las secuestradas, Kristin Ehnmark en el año 2009, indicó que en ese momento entró en un contexto en el que sus valores y su moral cambiaron de alguna manera: “Confío plenamente en Clark y el ladrón, no estoy desesperada, no nos han hecho nada, al contrario, han sido muy buenos. Pero sabes algo, Olof, a lo que le temo es a un ataque policial que nos cause la muerte" (extracto de conversación con el Primer Ministro).
Todos los rehenes indicaban pensamientos similares, en donde sentían que sus vidas se la debían al par de criminales, frases como: “Olsson es muy bueno”, "Cuando nos trató bien, podíamos pensar en él como en un dios de emergencia" se hicieron presentes repetidas veces.
Años después una de las secuestradas en el caso del banco de Suecia, ayudaría a los captores en otro acto delictivo.
A raíz de este caso, se acuña el término Síndrome de Estocolmo como una manera de explicar el comportamiento y nexos afectivos que desarrollan cierto tipo de secuestrados hacia sus captores.
Al parecer es una especie de complicidad afectiva, admiración y pena por lo que afecta al captor, percibiéndose como una víctima más cuyo comportamiento se justifica de alguna manera.
El Síndrome de Estocolmo afectaría a cerca del 8% de las personas en situación de cautiverio y ocurre debido al aislamiento y tensión que viven las víctimas, lo que hace posible únicamente la comunicación con sus captores para logar la supervivencia.


Este no es más que un mecanismo psicológico para intentar entrar en la mente del captor y poco a poco se comienza a asumir sus convicciones, comprender sus creencias y sentir afinidad y amor. Algunos psicólogos explican que más que un síndrome, toma dimensiones de patología.
Niños abusados física y emocionalmente, mujeres maltratadas, víctimas de incesto, miembros de sectas y prisioneros de guerra y prostitutas son algunos de los perfiles de quienes pueden llegar a desarrollar este síndrome.
Síntomas de las víctimas del Síndrome de Estocolmo:
-   Identificación con el secuestrador.
-   Desequilibrio e inestabilidad.
-   Incertidumbre, angustia y temor.
-   Aceptación de las condiciones impuestas por el agresor.
-   Disociación de la realidad, viendo el mundo a través de los ojos del captor.
-   Dependencia emocional, gratitud y simpatía hacia el captor.
-   Sentimientos negativos hacia los cuerpos policiales.
-   Contacto posterior al secuestro de la víctima hacia el captor.
-   Insomnio y dificultades para concentrarse.
-   Estrés post-traumático.

La asistencia psicológica y psiquiátrica para reelaborar la situación y comprenderla son la opción para ayudar al afectado.