Como nos llamemos tiene efectos en nuestras vidas que
quizás ni siquiera imaginas. Tu nombre podría definir el éxito y las
oportunidades que gozarás en el futuro.
Al momento de elegir un nombre para sus hijos, los
padres suelen contrastar diferentes opciones hasta llegar a una que se acerque
a sus gustos. Los expertos aseguran que esta elección establece la
personalidad, futuras parejas y lugares donde vivir; mientras otros replican
que no es así.
Cualquiera que sea la hipótesis que se sostenga, el
motivo por el que realmente una persona será moldeada desde su primer contacto
con el mundo es: ¿qué piensa de su nombre la sociedad a la que se pertenece y
cómo le afectará?
Ahora bien, la primera pregunta que debes estar
haciéndote es ¿por qué? Una de las explicaciones se encuentra en las
asociaciones mentales que solemos hacer cuando escuchamos cómo se llama
alguien, y si este nos resulta gracioso, feo o bonito, son posibles razones
para discriminar o simpatizar.
La principal consecuencia es que quienes tienen nombres
raros, tendrán menos probabilidades de obtener una beca escolar o de ser
contratados cuando se presentan para un trabajo. Esto sucede porque los
encargados de revisar las solicitudes en las empresas, tienden a dejarse llevar
por el primer nombre de una persona y a preferir los más
habituales. Esto se debe a que los nombres que suelen agradarnos son
aquellos más comunes para nosotros en su escritura y pronunciación, ya que como
lo demostró un estudio realizado por la Universidad de Nueva York, nos es más
fácil procesar información cuando la conocemos.
Pero, ¿qué sucede con aquellos nombres que no son tan
comunes? Los estereotipos salen a flote. Los nombres complicados, normalmente
inventados o combinados, suelen relacionarse con quienes se encuentran en las
clases sociales más bajas. Es probable que esto se deba a la errónea
creencia de que quienes los crean (los padres) provienen de hogares con poca
educación. Dependiendo de la sociedad donde se viva y de los prejuicios
que esta tenga, también se es más propenso a ser rechazado para puestos de
trabajo si el nombre se relaciona a ser afrodescendiente, judío, musulmán,
latinoamericano, entre otros.
En un estudio realizado por The Atlantic, en Estados
Unidos, el cual demostró que los nombres asociados con personas de piel blanca
como Emily o Greg recibían más llamadas para optar por un empleo que aquellos
con nombres que hacen referencia a un sujeto afroamericano como
Lakisha. En este país tener el color de piel adecuado vale lo mismo que ocho
años de experiencia laboral.
El proceso de discriminación por como una persona se
llama acaba cuando se establece una relación amistosa con esta. Pero alguien
con un nombre extraño podría sufrir en la infancia de maltrato escolar, y el
resto de su vida tener errores tipográficos en documentaciones importantes.
La solución podría ser colocarles a nuestros hijos
nombres sencillos y comunes, aunque esto solo se aplica para quienes deseen
inventar uno imposible de escribir. No obstante, para evitar la exclusión
de aquellos con nombres que hacen referencia a su origen, es necesario dejar
los estereotipos de lado y ser imparciales.
Tu nombre te identifica, y si en tu edad adulta no
estás conforme con él, tienes la opción de cambiarlo de forma legal. Esto
es preferible a cargar con una secuencia de palabras y sonidos que no te
complacen y te hacen sentir rechazo.