¿Alguna vez te has sorprendido
analizando los logros de alguien más, preguntándote a qué se debe y deseando
que fuese tu logro o meta alcanzada? No debes sentirte avergonzado si tu
respuesta es positiva. A todos nos ha pasado aunque sea una vez en la vida.
El problema se presenta cuando esto se
convierte en un hábito. Hay muchas personas alrededor del mundo que
prácticamente dejan de vivir sus vidas porque están pendientes de lo que
acontece en la vida de los demás. Constantemente se están comparando con sus
semejantes, lo cual es uno de los mayores errores que se pueden cometer en la
vida.
Al comprarnos con los demás, ya sea
física o intelectualmente, estamos exponiéndonos a sufrir algún episodio de
frustración. Esto se debe a que, como ya se sabe, no existen en el mundo dos
personas que sean totalmente iguales. Este es un punto crítico, que muy pocas
personas entienden. Cuando sientas que eres diferente, que no encajas en algún
entorno, recuérdate a ti mismo lo siguiente: “Todos somos diferentes y eso está
bien”.
Tristemente, debido a los diferentes
cánones de nuestra sociedad, ya sea en lo referente a belleza, intelecto o
popularidad, cada día son más las personas que no están conformes consigo
mismas. Por ello, tienden a fijarse más en los demás y de manera errónea,
establecer comparaciones. En la mayoría de los casos esas comparaciones acaban
en depresión y tristeza.
Esto ocurre así porque es más frecuente
que las personas con quienes nos comparamos sean aquellos a los que
consideramos más exitosos que nosotros. Desde la perspectiva de alguien con una
baja autoestima que no está contento y satisfecho con cómo es, esas personas
son mejores. Al compararse con alguien así, indiscutiblemente se hará presente
la frustración y la no aprobación del propio ser.
En este sentido, la competitividad debe
ser parte intrínseca de nuestras vidas, ya que nos impulsa a alcanzar la superación
personal y ser mejores cada día. Sin embargo, la connotación positiva de esa
competencia está condicionada por la persona con quién competimos.
La única persona con quien es sano
competir es con nosotros mismos. Si, suena un poco extraño, ¿verdad? Pero es
así. Si realmente queremos mejorar como individuos, lo que debemos hacer es
evaluar cómo éramos y cómo somos ahora. Al hacer esto, podemos determinar los
cambios que hemos experimentado (aunque sean muy pequeños), positivos o no, lo
cual nos sirve de ayuda en nuestro proceso de crecimiento personal.
En la medida en que nos enfocamos en
nosotros mismos, en nuestras debilidades y fortalezas, entramos en plena
conciencia acerca de nuestro verdadero yo, y así estamos en la capacidad de modificar ciertas
cosas para ser cada día mejores.
La autoevaluación es algo que debe
formar parte permanente de nuestras vidas. Cada cierto tiempo debemos autoevaluarnos
y determinar si hemos cambiado con respecto a cómo éramos hace algún tiempo. Al
hacer esto, podemos establecer cierta competencia con nosotros mismos, siempre
teniendo en la mira el ser mejor, el poder alcanzar una mejor versión de
nosotros mismos.
Por todo lo que te hemos planteado aquí,
podemos afirmar que el rival perfecto es uno mismo, ya que de esa manera
estaríamos estableciendo una competencia sana, en la que no habría lugar para
la frustración, sino más bien para la superación constante y sostenida.