HERIDAS DE LA INFANCIA QUE PERMANECEN EN LA ADULTEZ

La infancia es una etapa de la vida en la que somos extremadamente vulnerables a nuestro entorno y especialmente a las relaciones que entablamos con las personas que están a nuestro alrededor. Esto se debe a que durante esta etapa es cuando comenzamos a aprender cómo funciona el mundo y a relacionarnos con nuestros semejantes.

En este sentido, a nivel fisiológico también estamos experimentando diversos cambios. Por ejemplo, nuestro sistema nervioso se va desarrollando y creciendo gracias a las diversas interconexiones que se establecen entre nuestras neuronas. Pues bien, si en un momento dado, ocurre algún cambio significativo en esto, producto de alguna experiencia traumática, lo más probable es que quede algún tipo de secuela psicológica que lamentablemente aflora durante la edad adulta.

Sí, es posible que ese jefe extremadamente intransigente y de mal carácter o ese novio inseguro y dependiente que tuviste, sufrieran durante su infancia algún episodio traumático, cuyas huellas y consecuencias afloraron ahora en la adultez.

Heridas emocionales que crean adultos infelices 

Como ya lo hemos mencionado, muchas de las experiencias desagradables que vivimos a lo largo de nuestra infancia dejan huellas imperceptibles en nuestra psique y que lamentablemente se hacen sentir cuando han pasado los años, en nuestra vida adulta. A continuación, te contamos cuales son las heridas más comunes.



Humillación, la más común

Sí, la humillación es una de las heridas de infancia más común. El sometimiento repetitivo a humillaciones genera consecuencias graves en el desarrollo psicológico de los niños, pues se hace mella en su amor propio y en consecuencia, crecen con una autoestima totalmente debilitada. Una vez crecen, son personas que se sienten inferiores a los demás y siempre andan buscando la aprobación del otro. No se valoran a sí mismas y tampoco reconocen sus virtudes.

Abandono: cuando nadie está ahí para ti

El abandono es otra de las grandes heridas de la niñez que repercute significativamente en la vida adulta. Cuando los padres no tienen la disponibilidad de tiempo necesaria para dedicárselo a los hijos, es posible que estos se sientan abandonados y poco queridos. Muchas veces los padres trabajan mucho y por eso no están con sus hijos. Sin embargo, los niños carecen de la madurez emocional para entender esto, por lo que se sienten abandonados.

Las personas que han sufrido esto, tienden a ser inseguras de sí mismas y le tienen miedo a la soledad. En consecuencia, cuando establecen relaciones de pareja, por ejemplo, son muy dependientes desde el punto de vista emocional y no soportan estar solos. Son personas que viven con ansiedad e incluso pueden llegar a desarrollar algún tipo de trastorno obsesivo compulsivo.  

El rechazo: destructor de la autoestima

El rechazo es otra de las heridas de infancia más común. A veces los padres experimentan cierto rechazo hacia los hijos. Esto se puede deber a múltiples razones, como por ejemplo ser producto de un embarazo no deseado, padecer algún defecto físico o bien no cumplir con las expectativas de los padres. Sea cual sea la causa, los niños que experimentan rechazo por parte de adultos cercanos a ellos crecen sintiendo que son un “estorbo” y no se dan valor a sí mismos.

Cuando estos niños alcanzan la edad adulta son personas que rehúyen el contacto social y prefieren estar solos. Creen que no merecen ningún tipo de afecto y por lo tanto, les cuesta expresar sus emociones y entablar relaciones afectivas estables.



La traición: debilitando la confianza

Para los niños, una traición puede estar representada por una promesa no cumplida o por alguna mentira, por muy simple que esta sea. A pesar de que para los adultos ciertas promesas hechas a los niños no son significativas, para los niños sí lo son. Cuando un niño se siente defraudado por alguna promesa incumplida, pierde la confianza en los demás.

Como consecuencia de esto, cuando crece, se vuelve un adulto controlador y hasta cierto punto perfeccionista que es incapaz de delegar ningún trabajo o función, ya que no confía en nadie. Por supuesto que a este tipo de personas les cuesta establecer relaciones afectivas sanas y duraderas, pues no pueden dar su confianza a nadie.

¿Es posible sanar esas heridas de la niñez?

Una vez descritas las heridas de la niñez más comunes, te debes estar peguntando lo siguiente: ¿Es posible sanar esas heridas y ser feliz? Pues nosotros estamos aquí para decirte que sí, es posible sanar y reparar las consecuencias de esas heridas. Por supuesto que el primer paso para ello es reconocer que se tiene un problema y buscar ayuda especializada. En este sentido en Mi Psicólogo Getxo podemos ayudarte. Si quieres información puedes ponerte en contacto con nosotros en el 675 71 35 37 o rellenando nuestro formulario.

Dependiendo de las heridas y situaciones experimentadas en la infancia, el tratamiento y terapia a seguir será distinto. Sin embargo, con dedicación, esfuerzo y determinación se pueden dejar atrás estas heridas y convertirse en un adulto independiente, capaz de gestionar sus emociones y muy especialmente, feliz.