Nombre: seres humanos, apellido: complejidad. Parafraseando el refrán popular, “cada cabeza no es un mundo, ¡es un universo!”. Y además está forjado en la relación con otros seres.
La calidad de la
interacción (gratificante o no) irá configurando nuestro carácter,
personalidad, y actitud para asumir la vida.
Desde el nacimiento
hasta la vejez, las experiencias nos van nutriendo, todas dejarán sus huellas,
pero dependerá de nuestra “conciencia” el cómo incorporemos cada pieza en el
rompecabezas del ser.
La aceptación de lo negativo
Pero ¿qué sucede
cuándo a diario nos enfrentamos a situaciones que retan nuestra paciencia, y la
única vía “fácil”, es hallar culpables a esos desazones?
La culpa es una
responsabilidad que asumimos o atribuimos a los demás, como un deseo imperioso
de encontrar razones a situaciones que tal vez no las tengan. ¡Es el punto
inflexible que nos absolverá o castigará!
En el desarrollo
social, la culpa se valora desde dos puntos de vista:
1.- Cuando no
tenemos un nivel de conciencia alto para adjudicarnos nuestras
responsabilidades (las atribuimos a los demás).
2.- O nos
atiborramos de culpas, asumiendo la responsabilidad de hechos fuera de nuestro
alcance.
En ambos casos la
falta parte del exceso de comparaciones, percepciones represoras y castrantes
(cultura de la culpa).
Y de la dificultad para afrontar la existencia desde “el presente”. Estos elementos son permeados por concepciones religiosas, políticas, y sociales que según nuestra balanza, puede convertirse en obstáculos para una vida plena.
Híper comparación
¡Somos seres únicos!
Con ciertas similitudes claro está, pero en esencia nadie es idéntico a nadie.
Cuándo nos
comparamos con los demás, corremos el riesgo de generar exageraciones y abusos
a nuestra mismidad.
Ante esta situación,
construir y valorar una autoimagen física y espiritual, así como una
personalidad positiva nos ayuda a minimizar la tendencia a compararnos con los
demás.
Todos tenemos defectos
y virtudes, pero reconocerlos, trabajarlos, y potenciarlos es una tarea
personal ineludible.
Cultura de la culpa
Antes de salir del
útero materno venimos “plagados de culpas”, en ese sentido las religiones han
sido verdugos.
Si en la evolución del
ser, nos deslastramos de esas concepciones impuestas, nos daremos cuenta que
somos un milagro viviente, y que todo radica en comprendernos como una misma
energía de diferente forma.
Así seremos más
benévolos con nosotros y con los demás. ¡Cometemos errores, y contamos con la
capacidad de revertirlos, y aprender de ellos!
¡La vida es aquí, y ahora!
El ser humano se
encuentra preso de su pasado, y aterrado con el futuro. En ambos espacios-
tiempos, la culpa ocupa un rol estelar.
Cuando cambiamos de
percepción, y nos hacemos verdaderamente consciente el presente (aquí y ahora)
nos daremos cuenta que tenemos la posibilidad de hacer esta vivencia
(responsables de nuestros actos) como expresión suprema de la existencia.
¡Aprovecha este
momento, y haz lo que tu ser desea para ser feliz!
En conclusión
Somos
corresponsables de las situaciones que nos atañen. Sean gratas o no, nuestra
toma de decisiones será definitoria, el detalle es tener la valentía de mirar
nuestro espejo, y comprender cada compromiso.
¿Fácil?, ¡tal vez
no, pero de eso se trata la aventura de vivir!